
Este post lo escribo pensando en muchos animales y revisando mi libreta neuronal, acuérdate Nadia las veces que mi querida novia ha hablado de gatos... uffff muchísimas.
Lo curioso es que a pesar de la insistencia sigo convencido que los gatos no son para mí, es como si una raza de estos felinos amenazó mi especie (porque cada asumo que no soy tan humana), y en mi memoria genética haya quedado el rechazo.
Pero bueno, vamos a nuestro tema: ¿cómo pueden influir perros y gatos en un matrimonio?
Esto me hace recordar la historia de una mujer ganesa que se casó con un perro. Sí señora y señor, la mujer esta se condenó a una perra vida porque consideraba al especimen en cuestión con las mismas cualidades de su padre... qué chingón!!!
Y aun así sigo valorando la capacidad que tiene un ser humano por querer a otra especie, aun cuando la mayoría de veces no queremos tanto a los nuestros.
De todas maneras es un paso importante. Si recordamos un poco, esta gata sinforosa blanca y coquetona apareció en un parque buscando un amante, no importa quien fuera. La hermana de esta noviecilla rebelde la llevó a su casa “original” en una época de crisis amorosa, la misma que tomó la decisión de acogerla. Yo siempre creí que era una forma de dar tanto amor, el cual ella producía como huevos de gallina ponedora, y que, en ese tiempo, un individuo sólo lo asimilaba si antes tomaba un redoxón.
Pero pasa el tiempo, los astros se alinean, la gente reacciona, los padres gruñen con menor severidad, todo se vuelve felicidad... felicidad, palabra tan etérea, pensaba la gata que sólo en ese tiempo creció y se encariñó, nada más cambió.
Entonces, esta gata pituca y delicada meses antes de casarse su dueña, decide escribir una carta en lenguaje gatuno, que adjunto al presente documento:
Hola señorita de cabello largo y muecas a montón, mi dificultad de comunicación no ha permitido agradecerte todo lo que has hecho por mí. Al principio era una nena confundida que extrañaba a su mamá, me parecía cruel que me separen de ella. Recuerdo aquella noche de soledad, frío e incertidumbre con melancolía pero con la convicción que eso no volverá a ocurrir.
Luego acepté que mi familia sería otra y estaba dispuesta a poner todo de mi parte para que así lo sea; debes aceptarlo, soy educada.
Aun no cabe en mi ser toda la atención que los abuelos y tú me brindaron. De resignarme por linaje familiar a vivir de favor, me convertí en una aristócrata y exquisita gata que ahora ya no puede cambiar de vida ¿me pedirás algún día algo a cambio?
Desde el momento que mis orejas puntiagudas registraron un “me caso” y que la señora de delgada y de voz implacable me explicó que eso significaba que te ibas, entré en profunda reflexión ¿Qué será lo mejor? Es para mí importante una buena atención en un cómodo hogar constituido ó aventurarme a marcar el sendero de una vida nueva, en una casa… sin muebles y durmiendo sola, sin ti. Ay no se, yo soy una señorita, tengo mi comodidad, me gusta la atención; aunque por otro lado siento que necesitarás de la compañía y alboroto de esta humilde servidora, por lo menos en lo que dura una jornada laboral. No muy convencida a pasar a una vida frugal, aceptar el reto me encanta.
Así que la decisión es tuya, seguro teniendo en cuenta todas las personas, entidades y objetos afectados, mas yo te pediría un favor: Hazlo pensando solo en ti, no pienses en tu futuro marido, en tus papás ni siquiera en mí. Es probable que leas esto después de haberla tomado pero yo, yo, yo estoy segura que será la correcta.
Echando las cartas al azar me convencí que, donde sea que esté, siempre te voy a querer y no te voy a perder.
¿Te gustó la carta? ¿Has escrito alguna vez pensando en que eres un animal?
Bises
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